En búsqueda de las condiciones laborales dignas dentro de las organizaciones, y en beneficio de la salud mental de los trabajadores, se ha convertido en tendencia el trabajo de la inteligencia emocional.
El concepto más común que le podemos atribuir a este término, es la identificación, comprensión y buen manejo de las emociones. Hasta ahí todo bien, ya que en efecto se sabe que las emociones, por más raro que nos parezca, no siempre se identifican fácilmente, se logran comprender y mucho menos se manejan de la mejor manera. Pero es precisamente sobre este último punto, sobre el que gira este pequeño escrito.
Y es que, dentro de la realidad laboral, dejando de lado las condiciones de trabajo que influyen en nuestra salud mental y emocional, también existen “competencias” o habilidades que suelen solicitarse para los diversos puestos de trabajo y que se piensa, están relacionadas al buen manejo de las emociones.
La “Tolerancia a la Frustración” y la “Madurez Emocional”, son estas competencias de las que hablamos, y quién no las logra desarrollar, pensamos que es sinónimo de no saber manejar las emociones. La realidad es que el manejo correcto de emociones no funciona de esa manera.
Antes de llegar al manejo de emociones, es necesario identificar y comprender, y en ese sentido, el pensar que la frustración es una emoción que debemos tolerar, indica que no estamos comprendiendo dicho sentimiento de la forma correcta.
Las emociones son naturales, incluso aquellas que se experimentan de forma negativa, por lo que no habría que “tolerar” una emoción. Lo ideal sería comprender porque se origina, si es algo que se pueda evitar, y de lo contrario reconocer que debemos experimentarla tal y como es, y entonces, generar estrategias que nos ayuden a sobrellevar la aparición de esas emociones.
Respecto a la madurez emocional, es un concepto muy reconocido, sobre todo en psicometría. Y erróneamente, se le suele asignar un sentido de tolerancia y evasión emocional. Coloquialmente, “dejar los problemas de casa en casa” como en la idea de que alguien emocionalmente maduro, es aquel que se pone una máscara para trabajar y no deja que su vida personal afecte su vida laboral.
Un mal manejo de emociones, es suprimirlas por miedo a que el desempeño en determinados lugares, no vaya a ser el correcto. Si bien, un problema familiar puede tener consecuencias en la forma en que nos desenvolvemos en nuestras actividades cotidianas, el suprimirlas o evadirlas no significa que dejen de afectar, o que puedan tener algún impacto repentino en nuestro trabajo. Si bien, esto no significa que en un proceso de tristeza, un trabajador deba entrar en llanto total durante días, sin hacer ninguna de sus responsabilidades; si indica que la evasión, no desaparece la emoción y que hay muchas herramientas en las que podemos poner en un sentido visible, nuestra emoción y nuestra vulnerabilidad. El diálogo y la conversación con otros, puede ser un buen manejo de este tipo de eventos.
Por lo tanto, nuestra recomendación, es siempre posicionar nuestras emociones en un lugar visible. Hacer los ejercicios diarios, para saber si en verdad estamos logrando identificar, comprender y manejar correctamente una emoción.